IV Domingo de Adviento
«Así
que Isabel oyó el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel, llena
del Espíritu Santo, clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres, y
bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí que la
madre de mi Señor venga a visitarme?».
Una mujer solidaria
María, como su hijo Jesús, siempre es sensible a las
necesidades humanas. Siempre dispuesta, siempre atenta, sale corriendo para
visitar a Isabel, su prima, que está encinta. Acude a su lado para atenderla en
los últimos meses de su embarazo y la acompaña el tiempo necesario para darle
su apoyo en el momento crucial del nacimiento de su hijo, Juan.
El alborozo del bebé en las entrañas
La criatura salta de gozo en su vientre. Es hermoso
constatar cómo el pequeño
Juan, desde el seno materno, percibe la alegría del encuentro
entre las dos mujeres.
Los niños, aún antes de nacer, ya comparten las experiencias
de sus padres, especialmente de la madre. Desde las entrañas maternas, los
bebés captan sus emociones, sus palabras, los abrazos que dan y reciben. Por
esto las vivencias de la madre
son muy importantes en la vida y desarrollo posterior de sus hijos, ya desde
los meses del embarazo. Cuando un niño percibe el amor de sus padres o la
alegría a su alrededor, salta en el vientre; de alguna manera, quiere
participar también de esa experiencia.
María, portadora de Dios
María hace algo más que ser solidaria. Visita a Isabel, la
acompaña, la atiende en sus necesidades y la ayuda. Pero aún va más allá. María
trae un regalo muy especial a su prima, y esta se percata inmediatamente. Le
trae a Dios, cobijado en su seno. Isabel exclama y alaba a Dios con alegría
profunda, porque ha comprendido que María lleva dentro un gran don.
Dios siempre cumple sus promesas
Isabel dice a María: «Bendita tú porque has creído; las
promesas de Dios se cumplirán en ti».
Esta frase contiene un gran mensaje para todos los
creyentes. Benditos somos cuando creemos y confiamos en Dios. Porque Él tiene
un sueño para nosotros, que solo pide nuestra fe y nuestra disposición. Si
sabemos ser fieles y nos ponemos en camino, como María, el sueño de Dios se
cumplirá en nosotros. Y ese sueño no es otro que una promesa llena de todo
cuanto puede hacernos más plenos y felices.
Dios sueña, también, que cada uno de nosotros sepa llevar su
presencia a las demás gentes. Esta es nuestra misión como cristianos. María nos
muestra el camino para que cada cual sea visitador y lleve la luz y la alegría
de Dios a quienes le rodean.
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