Corpus christi c from JoaquinIglesias
Fiesta del Cuerpo y
Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo
“Y, habiendo tomado
los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los
partió y los distribuyó a los discípulos, para que los sirvieran a la gente. Y
comieron todos, y se saciaron, y de lo que sobró se sacaron doce canastos”
Lc 9, 11b-17
Cada eucaristía es una donación
La fiesta del Corpus Christi hace patente la donación de
Jesús. Un cuerpo desgarrado y una sangre que se derrama expresan su total
entrega por amor.
Esta entrega, consumada en la cruz, se produce cada vez que
celebramos una eucaristía. Con el pan y el vino sacramentados, Jesús se entrega
de nuevo a nosotros. Por eso, participar en la eucaristía, ese inmenso
sacrificio de amor, nunca debería dejarnos indiferentes. Nos ha de llevar a un compromiso de hecho.
Eucaristía y vida han de ir de la mano: por nuestras obras verán que estamos
unidos a Cristo.
Para el cristiano, el eje de su vida es la eucaristía, la
permanente actualización del amor de Cristo. Cuando nuestra vida se convierta
en una constante donación a los demás, estaremos viviendo el sentido auténtico
de la eucaristía.
Dadles vosotros de comer
Hoy, el evangelio de la multiplicación de los panes y los
peces nos trae las palabras de Jesús a sus discípulos, ante la muchedumbre
hambrienta: “Dadles vosotros de comer”. Son palabras que no pierden su vigencia
y apelan a nuestra solidaridad. En el mundo se dan grandes hambrunas que se
podrían evitar. No son sólo un problema político, sino un reto social y moral.
Somos dos mil millones de cristianos en el mundo. Con una fe convencida,
podríamos detener, no sólo el hambre, sino muchos otros males.
Quizás nuestra acción es poco efectiva porque estamos
desunidos. Uno de los deseos profundos de Jesús, manifestado repetidamente en
el evangelio, es la unidad. Si trabajamos por la sintonía entre comunidades
cristianas, seguramente podremos conseguir que muchas personas gocen de una
vida más digna.
Necesitamos el alimento espiritual
Pero no sólo hay hambre de pan, sino hambre de afecto, de
alegría, de paz, y también un hambre más vital y más hondo: el hambre
espiritual. Cuántas personas están desnutridas, no sólo de alimento, sino de
amor. Y muchas otras, como sucede en nuestras sociedades ricas, están mal
alimentadas. El mal alimento provoca sobrepeso y enfermedades; así también
ocurre en el plano espiritual. Las enfermedades sociales y tantos problemas psíquicos
y emocionales que nos afectan, como la violencia, son fruto de esta mala
nutrición espiritual.
Los niños, como bien sabemos, necesitan alimento, cuidados y
protección para sobrevivir. Pero, para poder crecer sanos y armónicos,
necesitan a diario bocados de amor y de besos. Se nutren del cariño que reciben
de sus padres. También necesitan estar nutridos del pan de Dios. No basta con
traerlos a catequesis para hacer la primera comunión. Después de esa primera
vez, el niño necesita alimentarse cada semana, acudiendo a la eucaristía, para
que crezca en él la fuerza espiritual que necesita. Y a menudo olvidamos que
ese pan nos da la vida. Muchas personas acaban abandonando la fe porque dejan
de comer ese pan y se debilitan.
Un regalo de Dios
La eucaristía no es un invento, sino un don que viene de
Dios: “Hacedlo en memoria mía”, nos dice Jesús. Si él nos lo pide es porque se
trata de algo muy importante y beneficioso para nosotros. Hemos de pasar de la
obligación a la invitación. Él nos llama a hacer cielo aquí y ahora, y el pan
que nos da es el alimento del cielo que nos hace gustar su reino en la tierra.
Incorporemos la misa a nuestra vida como algo fundamental.
Ojalá participar en ella aumente nuestra devoción al Cristo eucarístico,
siempre presente. Tomar a Cristo es tomar a Dios. Si descubriéramos el valor de la misa, dice santa Teresita,
habría tanta afluencia de gente que los poderes públicos tendrían que regular
la asistencia a los templos.
Después de recibir a Cristo y acogerlo, cada cristiano se
convierte en una custodia viviente. Llevamos a Jesús dentro: dejemos que su
amor se nos grabe hondamente en el corazón.
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