25 domingo ordinario A - Los de la última hora from JoaquinIglesias
Hemos de aprender de esta actitud. No creamos que, por estar
años trabajando por él somos más importantes que otros. Para él todos son
importantes, desde el primero hasta el último. Vale tanto la conversión de una
persona en el lecho de muerte como la del que ha entregado toda su vida por el
evangelio. Esto sólo se puede entender desde la lógica de Dios, que supera la
razón humana. La justicia de Dios es amor y misericordia sin medida.
“Quiero darle a este
último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en
mis asuntos? ¿O vas a tener envidia porque soy bueno?” Así, los últimos serán
los primeros y los primeros los últimos.
Mt 20, 1-16
La lógica divina
La parábola de este evangelio puede parecer de entrada
desconcertante. En ella se nos relata cómo el amo de una viña va contratando
trabajadores para vendimiar, desde primera hora de la mañana hasta la última.
En el momento de pagarles, ordena a su administrador que les dé a todos la
misma paga, comenzando por los últimos que se incorporaron a la tarea. Los
viñadores que han trabajado desde temprano protestan y reclaman una paga mayor.
Pero el señor de la viña replica que les pagará a todos según lo que han
acordado, sin hacer distinciones.
Desde una lectura meramente racional podemos pensar que el
dueño de la viña es injusto al no valorar las horas de los primeros
trabajadores llamados. Pero, más allá de una lección de moral social o de ética
laboral, hemos de buscar en este relato una clave teológica.
Los planes de Dios no son nuestros planes, como nos recuerda
la primera lectura del profeta Isaías (Is 55, 6-9). Nuestra forma de entender
la justicia y el derecho tampoco es igual que la lógica divina. La generosidad
de Dios excede nuestros estrechos parámetros economicistas.
Dios llama siempre
Este texto evoca otro pasaje en el que Jesús dice a sus
discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos”. Ahora, más que nunca, se hace necesario
trabajar por la paz, por la justicia y por crear esperanza. Estamos en un mundo
convulso y vemos a mucha gente caer en el vacío y el desespero. Algo les está
faltando. Jesús nos llama a atender a
estas personas y a hacer real y posible su reino en medio del mundo. Para ello,
va llamando, como el señor de la viña. Siempre sale en nuestra busca y nunca se
cansa. Nos pide que vayamos a trabajar por su causa. Desde el profetismo
bíblico hasta el mismo Jesús, y en el testimonio de muchos santos y mártires,
vemos cómo en la historia miles de personas han trabajado incesantemente para
instaurar el Reino de Dios.
Para él, en la tarea por el Reino tienen tanto valor muchas
horas como pocas. Por tanto, no podemos
buscar excusas para decir que no. A cualquier edad, en cualquier momento de
nuestra vida, podemos escuchar su llamada. Como cristianos, deberíamos acoger
los planes de Dios en nuestra vida y trabajar junto a él.
Evitemos las controversias inútiles
Cuántas veces, en las parroquias, comunidades o movimientos
se generan dificultades por no aceptar a los nuevos que llegan, trayendo nueva
savia y nuevas ideas. Nos agarramos a la experiencia, al tiempo, para no asumir
la frescura que pueden aportar los recién llegados. Hoy vemos que en las
parroquias se da un cierto cansancio y rutina a la hora de funcionar. A veces
se percibe falta de entusiasmo e ilusión. Nos convertiremos en buenos viñadores
cuando sepamos asumir la hermosa frase de san Pablo: “Mi vida es Cristo”. En la
medida en que realmente dejemos entrar a Cristo en nuestra vida, Cristo sea
nuestra vida y ésta gire en torno a él, nos convertiremos en nuevos
evangelizadores.
No podemos perder el tiempo en recelos, comparaciones
absurdas o desconfianzas. La paga será la misma, y no será un denario, sino la
salvación, la eternidad, el amor de Dios. Si dejamos de perder tiempo en cosas
inútiles nuestros sarmientos, bien unidos a la vid que es Cristo darán mucho
más fruto.
Los últimos serán primeros
Los últimos serán los primeros. No es éste el primer pasaje
evangélico donde leemos palabras así. Dios siempre espera nuestra conversión.
Hemos leído en otros textos que el buen pastor va detrás de la oveja perdida;
Jesús elogia la fe del centurión, pone de ejemplo al publicano que se humilla y
llama como discípulo a un recaudador de impuestos. Antes de exhalar el último
suspiro, en la cruz, aún promete el paraíso al buen ladrón que es crucificado
junto a él.
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