26 domingo ordinario - A from JoaquinIglesias
“Os aseguro que los
publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de
Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le
creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aún
después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”.
Mt 21, 28-32
Un mensaje a los que se amparan en la ley
Jesús se dirige de una manera provocativa a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Es decir, hacia los que ostentan el
poder religioso y representan la pureza de la fe del pueblo judío. Esgrimiendo
la ley como arma de poder, estos grupos exigen a los demás su exacto
cumplimiento, mientras que ellos, con su vida, a veces desmienten la doctrina
que predican. Es en este contexto que se han de entender las palabras de Jesús.
Como en tantas ocasiones, Jesús recurre a una parábola para
transmitir un mensaje que sus oyentes asimilan y pueden comprender
perfectamente. El texto nos relata la historia de un padre y dos hijos. Al
primero, le pide que vaya a trabajar a su viña. Él le dice que no quiere, pero
más tarde va. Al segundo le pide lo mismo, éste responde que sí de inmediato,
pero luego no va. Evidentemente, quien cumple la voluntad del padre es el que
va a la viña, porque después de su negativa, finalmente recapacita y se pone a
trabajar.
Todos somos llamados
Dios nos llama a todos a trabajar en su viña. También hoy
nos está llamando a los cristianos a levantarnos y a expandir su reino en medio
del mundo. La esencia de nuestra vocación cristiana es decir sí a Dios. Sin
dudar, cada día. Significa dejar que Dios entre de lleno en nuestros planes y
se convierta en el centro de nuestra existencia. Para los cristianos, decir sí
a Dios es decir también sí a Cristo, a la Iglesia , al apostolado, a la misión. Nuestro sí
es una forma de estar y ser en la vida.
No es un sí para algo concreto que nos puede pedir puntualmente, es un
sí a todas y por todas.
Entendemos que el primer hijo diga que no y luego se
arrepienta, porque trabajar por Dios implica un esfuerzo y una profunda
conversión, un replantearnos nuestra relación con Dios. ¿Estamos a todas con
él? Decirle sí comporta trabajar por un mundo más justo y esforzarnos para que
todos conozcan a Dios, nuestra máxima felicidad. El padre valora los hechos del
primer hijo. Pero siempre es mejor y más hermoso decir sí y actuar en
consecuencia, respondiendo con prontitud, con una actitud alerta, dócil y de
escucha permanente.
Cuando esquivamos el sí nos alejamos
En cambio, el segundo hijo, que dice sí con tanta rapidez,
falta al compromiso. En él podemos vernos reflejados muchas veces. Cuánta gente
dice sí, viene a misa, cumple con los preceptos cristianos… pero no ha dado una
respuesta desde el corazón, una respuesta que comprometa su vida y sus
acciones. Ese sí diluido, que no se llega a convertir en realidad, es una
mentira. Se convierte en un no solapado que nos va alejando de Dios y que
aparta de nosotros el cielo. Cuando nos negamos a ir a la viña, estamos dejando
de trabajar por la justicia.
La humildad, necesaria para construir el reino
Jesús hace una advertencia a los sacerdotes y a los
ancianos: “Los publicanos y las prostitutas os adelantarán en el reino de los
cielos”. Los pecadores que caen entienden a Jesús. Comprenden que han de
cambiar. Por eso, dice Jesús, escucharon a Juan Bautista y su mensaje de
conversión y renovación interior. Ellos están preparados para escuchar a Dios.
En cambio, los que se creen dueños de la fe están muy lejos de entender a Jesús
y se cierran a su mensaje. ¿Cuántas veces, desde nuestras cátedras, llenos de
orgullo, nos sentimos o creemos ser mejores que los demás? Jesús nos dirá, hoy
también, que los de adentro, los que venimos a misa, los que formamos parte de
una comunidad, no somos necesariamente mejores que los de afuera. Estas
palabras nos pueden resultar duras. Pero cuántas dificultades de convivencia se
generan en el seno de las comunidades, los movimientos y las parroquias porque
algunos se sienten mejores que los demás. Creemos que por el hecho de venir,
colaborar y participar estamos exentos de pecado y no necesitamos corrección. Y
desatamos tensiones absurdas e inútiles a nuestro alrededor.
Decir sí a Dios implica humildad, servicio y comprensión.
“Siervo inútil soy, he hecho lo que debía”. Sólo desde la humildad y la unidad
podremos construir un auténtico cielo a nuestro alrededor y nos convertiremos
en trabajadores fecundos de la viña del Señor, su Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario