Cuarto domingo de Adviento
En el sexto mes, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, ciudad de Galilea,
a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José. El
nombre de la virgen era María. Y, entrando en la casa donde ella estaba, dijo
el ángel: Dios te salve, llena de gracia: El Señor es contigo.
Lc 1, 26-38
El sí de María
María, siempre atenta al
designio de Dios en su vida, se convierte en la mujer elegida. Con su sí,
acepta el cometido salvífico que Dios le propone. Su espléndida generosidad
hace de ella un referente claro para el cristiano. No sería posible la
encarnación del Hijo de Dios sin la libertad y la disponibilidad de María. Por
eso, María es una figura central de nuestra espiritualidad cristiana, junto a
su hijo Jesús.
Ante la noticia que le
trae el ángel, y pese a sentirse muy pequeña, María se sabe agraciada. Turbada,
y a la vez llena de gozo, abre su corazón totalmente. Tímida ante la grandeza
de esta elección, pero decidida, se aventura en el camino que Dios le ofrece y
abre sus entrañas a su voluntad. En este domingo de adviento, la esperanza
tiene un rostro: se llama María. En ella la humanidad recobra su pleno sentido.
El sí de María nos abre las puertas del corazón de Cristo y las del cielo.
El sí del cristiano
Hoy, cada cristiano es
también receptor de un gran anuncio: la buena noticia de que Dios nos ama. Hay
personas que, en nombre de Dios, nos hacen de ángeles mensajeros de su plan
para nosotros. Podríamos decir que Dios tiene un proyecto para cada hombre y
mujer y, aunque nuestras fuerzas puedan flaquear, él confía total y plenamente
en nosotros. Podemos quedar aturdidos ante la grandeza del hecho que Dios tenga
un proyecto para nosotros. Dios sólo nos pide un sí. El resto lo pondrá él y,
al igual que María, nos asombraremos ante lo que puede hacer en nosotros.
Con nuestro sí, como
María, dejaremos que Dios fecunde nuestro estéril corazón y lo convierta en un
corazón de carne que dé frutos.
Signos de esperanza en el mundo
Un rayo de luz divina
traspasará nuestras entrañas y nos hará portadores de Jesús a nuestro mundo.
Así, el cristiano, seguidor de Jesús y unido a María, se convierte también en
un signo de esperanza
para toda la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario