1 domingo Cuaresma - B from Joaquin Iglesias
En seguida, el
Espíritu lo empujó al desierto, donde estuvo cuarenta días y cuarenta noches.
Allí fue tentado por Satanás, y moraba entre las fieras, y los ángeles le
servían. Cuando arrestaron a Juan, se marchó a Galilea a proclamar el evangelio
de Dios. Decía: Se ha cumplido el tiempo: está cerca el Reino de Dios.
Convertíos y creed en el evangelio
Mc 1, 12-15
Meditar sobre nuestra identidad cristiana
Iniciamos la Cuaresma , tiempo largo y
denso de meditación en que la
Iglesia nos propone ahondar sobre nuestra identidad cristiana
en medio del mundo. Nos empuja al desierto, lugar de encuentro con Dios. Nos
propone salir de nosotros mismos y dejarnos llevar por el Espíritu Santo. Sólo
lo conseguiremos si sabemos detener el ritmo acelerado de nuestra vida. En la
soledad y en el silencio descubriremos lo que Dios quiere para nosotros.
El texto de hoy nos sitúa
a Jesús en el desierto. Se encuentra en un momento clave de su vida. Su
proyección social es cada vez mayor, se está convirtiendo en un líder de masas.
Dócil al Espíritu, se deja llevar al desierto y allí, durante cuarenta días con
sus noches, va tomando conciencia de su filiación con Dios. A solas con el
Padre reflexionará sobre su misión y su quehacer apostólico. Va a comenzar una
dura batalla y necesita tiempo de retiro para planear su tarea misionera, unido
íntimamente a él.
La tentación del poder religioso
Pero es justamente en ese
lugar solitario de oración donde el diablo ve llegada su ocasión. En el texto
sagrado leemos que Jesús se deja tentar por el diablo. Vamos a explicar qué
significa esto.
Aunque tuviera una fe
inquebrantable en el amor de Dios y una firme voluntad, Jesús era un hombre.
Podía tener las tentaciones que puede llegar a tener hoy un líder religioso o
una persona carismática. Le seguía mucha gente. Su talante atraía a muchísimas
personas hacia Dios. Pero él jamás quiso rozar un ápice la libertad de quienes
lo seguían. Para Jesús la libertad era sagrada. Su talante paciente, lleno de
dulzura, era lo que atraía como un imán, generando una gran expectación a su
alrededor. Jesús era muy consciente de su fuerza arrolladora y sabía que no
dejaba a nadie indiferente. Tenía ese don, pero no quería aprovecharse de él
para manipular a las masas. Su único deseo era conducirlas al Padre. El sí a
Dios ha de ser claro, libre y sincero. La manipulación y la coacción son
métodos diabólicos que emplean quienes aspiran a someter a las personas.
Jesús quiso desmarcarse
de esta tentación. Podía embaucar a la gente, podía deslumbrarla con sus
prodigios y su predicación. La sutileza del diablo lo tienta con diversas
formas de poder: religioso, político, económico. Son tentaciones propias de las
personas carismáticas. Y son esas formas de poder que hoy también nos acechan:
en la familia, en la empresa, en nuestro entorno… Es fácil sucumbir cuando uno
tiene recursos en sus manos, especialmente cuando tiene personas bajo su tutela
o cuando dispone de riquezas, autoridad o influencias.
Todo cristiano tiene una meta
Jesús demuestra que con
la ayuda del Espíritu se pueden superar las tentaciones. Su deseo es ser
obediente y servir a Dios, respetando la libertad de las personas de su
entorno. Una vez ha salido airoso de esta batalla por mantenerse fiel, firme y
seguro, con más convencimiento que nunca, marcha a Galilea para empezar a
proclamar la buena nueva. Ya está a punto: después de su bautismo en el Jordán
y tras haber superado las tentaciones en el desierto, Jesús se siente arropado
por el Padre para emprender, incansable, su misión. Esa misión que lo llevará,
finalmente, a Jerusalén, hacia la
Pascua y de regreso a su Padre, en el cielo.
Unido al Padre,
inmediatamente se pone a predicar. Hoy, esta lectura nos urge a la conversión y
a creer con firmeza en el evangelio. Es una buena manera de empezar la Cuaresma : mirar hacia
Dios y hacer del evangelio vida de nuestra vida.
Esta es también la meta
del cristiano: caminar hacia el Padre. Pero antes, aunque nos cueste, hemos de
buscar horas para estar a solas con él. Ante el desafío de nuestra existencia,
hemos de dejar a Dios que nos ayude a ir superando nuestras debilidades. En el
silencio de nuestro retiro hemos de ir venciendo todas aquellas tentaciones que
nos separan de Dios. Especialmente, el orgullo que tal vez nos hace sentirnos
mejores que los demás y que nos empuja a manipular sutilmente las situaciones
para sacar provecho. Hemos de limpiar nuestro corazón y apearnos de nuestras
pequeñas ambiciones para poder entrar en el recinto sagrado de Dios. Así
podremos comenzar, unidos a Cristo, nuestra tarea evangelizadora. Rescatados,
perdonados y salvados, sólo nos queda, sin titubear, como Cristo, iniciar
nuestro camino comenzando por un retiro hacia nuestro desierto interior. Desde
allí, superadas las tentaciones, saldremos a nuestra Jerusalén, el mundo
pagano. Podremos adentrarnos en el dolor causado por la incomprensión de muchos
que nos rechazarán, pero seguiremos avanzando hacia la Iglesia, hacia la
eucaristía y finalmente, hacia Cristo y el Padre.
1 comentario:
Realmente,con soberbia, sin ella, con mansedumbre aparente, aunque parezcamos humides, manipulamos y coaccionamos(muchas veces sin ni siquiera darnos cuenta) a quien tenemos cerca de nosotros.
Debemos seguir la sabiduría de su comentario: retirarnos a orar y reflexionar.
Muchas gracias.
Montserrat.
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