2015-05-13

Ascensión del Señor

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Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, se salvará, mas el que no creyere se condenará. A los que creyeren les acompañarán estas señales: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán en las manos las serpientes y, si bebieren veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos y estos sanarán.
Mc 16, 15-20

La misión de los apóstoles

En este evangelio escuchamos las últimas palabras de Jesús a los suyos. Son palabras capaces de cambiar la historia y la cultura del mundo. Los apóstoles están preparados. Jesús tiene que trascender hacia Dios Padre y deja a sus discípulos una misión: ir a proclamar a todo el mundo la buena noticia.

El evangelio de Jesús se ha extendido por los cinco continentes, llegando a millones de personas. ¡Cuánta fuerza debía haber en este arranque inicial de los apóstoles, cuando ha llegado hasta dos mil años después! Creían en lo que transmitían. Se abrieron totalmente a la buena nueva de Dios y se adhirieron a ella con toda su vida. Estaban entusiasmados y la experiencia de Jesús los había marcado profundamente. Tan solo doce hombres, algunos de ellos analfabetos, muchos de ellos con profundas carencias, fueron capaces de retar las mentes frías de su tiempo. Hoy estamos aquí porque se lanzaron a anunciar su vivencia y su fe. Somos herederos de un enorme esfuerzo derramado en palabras, trabajo, obras de caridad y sacrificios por amor.

Jesús les dice: el que crea, se salvará. Quien cree es aquel que abre su corazón a la novedad de Dios. Su adhesión se concreta en el bautismo. En cambio, quien se resista, dice Jesús, se perderá. Aquí vale la pena hacer un inciso.

Dios no quiere que se pierda nadie. Jesús lo dice bien claro: predicad a toda la creación, a toda persona, a todas las gentes. Todo el mundo está llamado a ser salvado, por encima de las culturas y las ideologías. Se pierden aquellos que no abren su corazón, los que desconfían, temen o creen ser engañados. Pero el sol ilumina todo el mundo y luce para todos, aún por encima de las nubes y las borrascas, traspasando hasta el hielo más frío. El amor de Dios es luz y es fuego, Espíritu Santo capaz de encender los corazones más gélidos.

Carismas de los apóstoles

Quienes creen acaban animándose a participar en el gran combate de la evangelización. Jesús dice de ellos que echarán demonios. Esto significa que la fuerza de Dios alejará el maligno, todo aquello que pueda impedir que Dios arraigue.

Hablarán en diferentes lenguas. Porque cuando hay sintonía, aprecio y amor la persona llega a comunicarse con quien sea. La lengua es una herramienta de la comunicación, pero no la única. Existe el llamado lenguaje no verbal expresado en gestos, miradas, actitudes… y aún más allá: existe el lenguaje de la caridad, del amor. Es un lenguaje universal que todos entienden, pues nos hace sintonizar incluso con personas de otras culturas alejadas.

El veneno no les hará daño. Dios nos defenderá ante el mal. Si nos abrimos sinceramente a Dios, él nos protegerá del veneno más sutil: el egoísmo, que paraliza e impide amar.

Curarán enfermedades. No sólo enfermedades físicas, sino psíquicas. Más allá de las dolencias del cuerpo y de la mente, aún hay patologías más profundas que nos deshacen por dentro: la falta de fe y la ausencia de convicciones que orientan y sostienen toda una vida. La salud no consiste en el mero bienestar físico y psicológico, sino en una fortaleza anímica y espiritual. Los cristianos necesitamos estar sanos, equilibrados y maduros. La fuente de nuestra salud es Dios; el alma ansía profundamente a Dios. Necesitamos beber de su presencia y hallar el sentido de nuestra vida. Si no lo encontramos, enfermaremos.

Nuestra misión, hoy

Hace décadas, el cardenal Ratzinger, hoy Papa emérito Benedicto XVI, advirtió de la profunda crisis espiritual que se avecinaba y que hoy ya estamos contemplando en nuestra sociedad. Vivimos los inicios de una era glacial espiritual. Sin valores, el discernimiento también se congela y se diluye. No podemos permitir que se hielen en nosotros los deseos de amar y de buscar sentido a la existencia. ¡Que no se nos congele la fe! Hemos recibido la fe de los apóstoles y el fuego del Espíritu. Con esa llama hemos de dar calor y alentar a muchas personas que sufren el frío intenso de vivir alejados de Dios.

Con la fiesta de la Ascensión la Iglesia celebra cada año el Día Mundial de las Comunicaciones Sociales. Para los cristianos Jesús es el paradigma de la buena comunicación. Tras muchas empresas de comunicaciones y canales televisivos hay un buen caudal de contravalores. El periodismo debe estar al servicio del bienestar humano y también del amor, de la verdad, de la felicidad. ¡Cuántos medios se convierten en armas ideológicas que atacan la verdad de la Iglesia! Recemos por los profesionales de los medios de comunicación, para que no lleguen a desvirtuar la buena noticia del Dios amor. 

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