Santísima Trinidad - ciclo B from Joaquin Iglesias
Dios
es comunidad
Dios
Padre
Dios
Hijo
El
Espíritu Santo y una misión
Ser
amigos de Dios
Me ha sido dado pleno poder en el cielo y en la
tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo
os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo.
Mt 28, 16-20
Dios
es comunidad
El misterio de la Trinidad nos revela las
entrañas de Dios, lo más profundo de su corazón. Dios es una única naturaleza y
tres personas. ¿Cómo entenderlo? La
Iglesia ha hecho un gran esfuerzo para comprenderlo y
llegarlo a explicar.
Dios es Padre y Creador. Decide entrar en la
historia de la humanidad a través de Jesús y en el devenir de la Iglesia a través del
Espíritu Santo. Nunca os dejaré solos,
dice Jesús. Y así es.
Hoy atravesamos épocas difíciles. Parece que, en
Occidente, entramos en una era de enorme frialdad religiosa. La fiesta de la Trinidad nos recuerda que
dentro de Dios hay una familia, una unidad inquebrantable. Son tres en uno, con
la misión de santificar el mundo y hacer el Reino de Dios presente en la
tierra.
Dios
Padre
Dios Padre está muy lejos de esa imagen que
algunas tendencias culturales han transmitido, la de un Dios juez y fiscalizador. No es autoritario ni coarta
nuestra libertad, es un Dios amigo. Aún más, es un padre. De ahí que podamos
dirigirnos a él como hijos. ¡Qué diferente es hablar a Dios como a un padre!
Jesús lo llamaba Abbá, palabra cariñosa que significa, literalmente, papaíto.
Dios ama tanto a sus hijos que les otorga completa libertad, sin
condicionamiento alguno, permitiendo que, incluso, puedan volverse contra él y
matar a su hijo. Siempre estaremos en deuda con él, pues es inmensamente
generoso. Pero Dios no desea una relación interesada ni mercantilista. No quiere amor a cambio
de favores. Tan solo hemos de reconocer su gratuidad. Nos regala el universo entero, el cielo
estrellado, el canto de los pájaros, la luz de un amanecer o la belleza del ocaso, la
sonrisa de los niños y la madurez de los ancianos… ¡Dios es bueno!
Dios
Hijo
El Hijo tiene una sintonía especial con el Padre. Por él es capaz de sacrificarlo
todo, incluso la vida. Y trabaja para que todos conozcan su palabra: es un empresario del Reino
de Dios en el mundo. El Hijo también es nuestro hermano y nos acompaña en
nuestra trayectoria como creyentes. Jesús pasa por el mundo predicando el
evangelio y haciendo el bien. Cura, perdona, obra milagros. No por hacer algo
espectacular, sino para hacernos felices y devolvernos la paz. La intención de los milagros es
siempre pedagógica o terapéutica, jamás busca la vanagloria.
En Jesús, como señala San Juan en su evangelio,
vemos el rostro de Dios: A Dios nadie lo
vio jamás; su hijo unigénito es quien nos lo ha dado a conocer. Este
evangelio insiste constantemente en la íntima unidad entre el Padre y el Hijo,
de manera que Jesús llega a proclamar que el
Padre y yo somos uno. Esta hermosa relación de paternidad y filiación es la
que nos confiere, a toda la humanidad, el don de ser hijos de Dios. Jesús es el
puente, el camino más directo que nos lleva hacia el Padre.
El
Espíritu Santo y una misión
El Espíritu Santo es un hermoso don. Todos los
bautizados lo tenemos dentro y estamos llamados a cultivarlo y comunicarlo. Si
este don explotara el mundo entero cambiaría, de la misma manera que los
primeros apóstoles, movidos por su soplo, cambiaron la historia. No podemos
ignorar la potencia del amor de Dios.
Id y bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, dice Jesús a los suyos. La
Iglesia ha de seguir creciendo y haciendo realidad el reino
de Dios en el mundo. Es necesario descubrir una dimensión divina y trascendente
más allá de la realidad material. Como bautizados somos discípulos, apóstoles,
co-responsables en la misión de hacer presente a Dios en el mundo.
Ser
amigos de Dios
La fiesta de la Trinidad nos invita a ser
amigos de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los cristianos deberíamos guardar
una profunda devoción a la
Santísima Trinidad. ¿Cómo cultivar esta amistad?
A Dios Padre le podemos rezar de muchas maneras.
Ante la belleza de la creación podemos elevar un canto de alabanza, una
bendición, hacer poesía, arte. Podemos disfrutar de un paseo junto al mar, al amanecer, o subir a una
montaña… A la caída de la tarde, Dios paseaba con Adán por el
paraíso.
Amar a Dios Hijo se traduce en obras de amor. La
participación en la
Eucaristía , no obligada sino vivida como una invitación, es
un gesto sublime de caridad. La misa tiene una profunda dimensión trinitaria.
Nuestras liturgias comienzan en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta es nuestra realidad
cristiana más genuina: en la eucaristía Jesús se nos hace presente y vivo, regalándose a través del pan y el vino.
Finalmente, ¿cómo ser amigos del Espíritu Santo? Dejándonos llenar por
él. Somos templo, sagrario del amor vivo del Espíritu Santo. Albergándole en
nuestro interior nos convertimos en llamaradas que arden en amor hacia los
demás e iluminan el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario