Hechos 14, 21b-27
Salmo 144
Apocalipsis 21, 1-5a
Juan 13, 31-35
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a
otros como yo os he amado.
Hay una palabra clave que
se repite en las lecturas de hoy: «nuevo». Nuevo es el mensaje que predican
Pablo y los apóstoles, misioneros por tierras de gentiles. Nuevo es el mundo
que recrea Jesús, glorificado junto a Dios Padre, como leemos en el Apocalipsis. Nuevo es este mandamiento del
amor, que recoge toda la ley antigua y la lleva más allá de una ética social y
de un conjunto de normas.
Por mandato no debemos
entender tanto una orden, obligada, como un aviso, un consejo, un apremio.
Amaos, ¡es urgente! Amaos, porque sin amor nos hundimos en la desesperanza.
Amaos, porque sin amor morimos de hambre y sed de justicia y de sentido. Amaos,
porque sin amor nuestra alma agoniza. Jesús sabe que lo que pide como mandamiento es más que una ley: es una
necesidad humana, y es a la vez la aspiración más profunda de toda persona.
Todos, en el fondo, deseamos ser amados y tener alguien a quien amar. El
mandamiento de Jesús es el consejo más sabio y más dulce de seguir, porque es
totalmente acorde con nuestra naturaleza. Estamos hechos por amor y para el
amor.
El mandato del amor es la
clave para comprender todo el evangelio y más aún: toda la Biblia. La antigua
Ley queda culminada y superada por esta nueva ley. Los mandamientos de antes se
resumen y se incluyen todos en este nuevo. Ama
y haz lo que quieras, decía san Agustín. Porque quien ama ya está
cumpliendo todos los mandamientos de la ley humana y divina.
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