Génesis 12, 1-4
Salmo 32
Timoteo 1, 8-10
Mateo 17, 1-9
Si tuviéramos que tomar
tres frases que Dios nos dirige en las lecturas de este domingo, podríamos
señalar tres verbos. Sal de tu casa,
dice Dios a Abraham, y te bendeciré y te haré padre de un gran pueblo. Salir de casa va más allá de dejar el pueblo
natal: significa salir de uno mismo, atreverse a responder a la llamada de
Dios, entregarse y confiar en sus promesas. Tomad parte en las tareas del evangelio, dice Pablo, cada cual
según sus fuerzas. Es decir, no os limitéis a escuchar la buena noticia de que
Dios os ama. No seáis cristianos pasivos. Convertíos en colaboradores de Cristo
y comenzaréis a vivir de otra manera: estrenaréis una vida nueva, intensa,
profunda y eterna. Finalmente, el evangelio de la transfiguración de Jesús nos
deja oír la voz de Dios Padre: escuchad a mi hijo amado. Y después, Jesús a sus
amigos: levantaos, no temáis. Tras
la visión celestial, que los deja deslumbrados y un poco desconcertados, Jesús
les da paz y los invita a moverse, a regresar al mundo, al quehacer diario, a
la convivencia con los demás.
Son tres verbos: salir,
participar, levantarse, que expresan acción. Pero previamente ha habido otro
acto: la escucha. Abraham ha escuchado a Dios. Los cristianos han escuchado la
predicación de Pablo o los apóstoles. Pedro, Santiago y Juan han oído la voz de
Dios: escuchad.
Dejemos que estas
lecturas resuenen en nuestra alma hoy. Escuchemos, en oración. Salgamos de
nuestras comodidades y esquemas, de nuestro encierro confortable, de nuestros
miedos y perezas. ¿Hacia dónde? Dios no nos llama a una aventura incierta o
temeraria, sino a la vida con mayúscula. Jesús nos llama a vivir como él:
dándolo todo, sin miedo, con generosidad y confiando que el Padre, siempre está
con nosotros y nos bendice. No podemos imaginarnos hasta qué punto nos ama y
quiere darnos su vida y su gracia. San Pablo era muy consciente de esto y
subraya que no merecemos tanto don. Pero nuestra fe no sigue una lógica de
merecimiento, sino de regalo. Dios nos ama y nos da una vida inmensa porque sí,
porque quiere y porque no puede dejar de hacerlo.
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