Hechos 2, 14-41
Salmo 22
1 Pedro 2, 20b-25
Juan 10, 1-10.
Descarga aquí la homilía en pdf.
Las
tres lecturas de este cuarto domingo de Pascua nos hablan de dos realidades: la vida como don valioso y la inevitable presencia del mal. En
medio, aparece una figura que combate por la victoria del bien, la bondad y la
belleza: Jesús.
La
máxima aspiración del ser humano es gozar de una vida plena, una vida con
sentido, donde poder amar y ser amado. Una vida vivida con intensidad y con un
final que no sea la nada, sino la resurrección a otra Vida con mayúsculas,
eterna. Este anhelo del ser humano: plenitud, eternidad, comunión, no es otro
que el mismo deseo de Dios. El que nos creó por amor también nos salva por
amor, enviándonos a su Hijo Jesucristo, y quiere que compartamos su vida
infinita, envueltos en su amor.
Podríamos
decir que la voluntad de Dios coincide con el deseo más profundo del ser
humano. ¿Cómo es posible, entonces, que el hombre se aparte de Dios y se aleje
de su camino? ¿Cómo es posible enemistar al Creador con su criatura, cuando la
voluntad del primero coincide con la alegría y la plenitud del otro?
Ahí
es donde aparece el misterio del mal. San Pedro habla del pecado y de una
generación perversa, extraviada y ciega. Jesús utiliza la parábola del buen
pastor para explicarlo: hay ladrones que quieren engañar y robar a las ovejas.
Entran por la ventana del corral, es decir, saltándose la puerta de entrada, la
vía honesta y natural. El mal desea lo contrario de Dios: la destrucción y la
muerte de las personas. Pero para atraerlas a sí, utiliza engaños y se disfraza
de bien, con un aspecto atractivo. Jesús tiene palabras muy duras para quienes
se convierten en instrumento de la mentira: bandidos. Se valen de seducciones y
espejismos para arrebatar a las ovejas. ¿Cuántos ladrones y vendedores de humo
podríamos identificar, hoy, en nuestra sociedad? Nos venden de mil maneras la
felicidad, la prosperidad, la salud y hasta el amor. En cambio, señalan el
camino del pastor como una cuesta arriba, áspera y desagradable, para distraernos
y alejarnos de él. Cuántas veces la Iglesia es presentada con tintes negros
ante el mundo, mientras que surgen miles de opciones supuestamente salvadoras,
mucho más atractivas pero en el fondo engañosas.
El
buen pastor nos lleva a la cumbre de la vida, allí donde todos queremos llegar.
Es cierto que para llegar a la cumbre puede haber muchos caminos. Pero no todos
los caminos llevan hasta allí. Algunos se desvían, otros dan vueltas y no
llevan a ninguna parte. Otros conducen directo hacia el abismo. ¿Qué camino más
seguro podemos encontrar que el del Creador de la misma cumbre? ¿Qué mejor guía
encontraremos que Jesús?
No hay comentarios:
Publicar un comentario