2017-05-05

He venido para que tengan vida

4º Domingo de Pascua - A


Hechos 2, 14-41
Salmo 22
1 Pedro 2, 20b-25
Juan 10, 1-10.

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Las tres lecturas de este cuarto domingo de Pascua nos hablan de dos realidades: la vida como don valioso y la inevitable presencia del mal. En medio, aparece una figura que combate por la victoria del bien, la bondad y la belleza: Jesús.

La máxima aspiración del ser humano es gozar de una vida plena, una vida con sentido, donde poder amar y ser amado. Una vida vivida con intensidad y con un final que no sea la nada, sino la resurrección a otra Vida con mayúsculas, eterna. Este anhelo del ser humano: plenitud, eternidad, comunión, no es otro que el mismo deseo de Dios. El que nos creó por amor también nos salva por amor, enviándonos a su Hijo Jesucristo, y quiere que compartamos su vida infinita, envueltos en su amor.

Podríamos decir que la voluntad de Dios coincide con el deseo más profundo del ser humano. ¿Cómo es posible, entonces, que el hombre se aparte de Dios y se aleje de su camino? ¿Cómo es posible enemistar al Creador con su criatura, cuando la voluntad del primero coincide con la alegría y la plenitud del otro?

Ahí es donde aparece el misterio del mal. San Pedro habla del pecado y de una generación perversa, extraviada y ciega. Jesús utiliza la parábola del buen pastor para explicarlo: hay ladrones que quieren engañar y robar a las ovejas. Entran por la ventana del corral, es decir, saltándose la puerta de entrada, la vía honesta y natural. El mal desea lo contrario de Dios: la destrucción y la muerte de las personas. Pero para atraerlas a sí, utiliza engaños y se disfraza de bien, con un aspecto atractivo. Jesús tiene palabras muy duras para quienes se convierten en instrumento de la mentira: bandidos. Se valen de seducciones y espejismos para arrebatar a las ovejas. ¿Cuántos ladrones y vendedores de humo podríamos identificar, hoy, en nuestra sociedad? Nos venden de mil maneras la felicidad, la prosperidad, la salud y hasta el amor. En cambio, señalan el camino del pastor como una cuesta arriba, áspera y desagradable, para distraernos y alejarnos de él. Cuántas veces la Iglesia es presentada con tintes negros ante el mundo, mientras que surgen miles de opciones supuestamente salvadoras, mucho más atractivas pero en el fondo engañosas.

El buen pastor nos lleva a la cumbre de la vida, allí donde todos queremos llegar. Es cierto que para llegar a la cumbre puede haber muchos caminos. Pero no todos los caminos llevan hasta allí. Algunos se desvían, otros dan vueltas y no llevan a ninguna parte. Otros conducen directo hacia el abismo. ¿Qué camino más seguro podemos encontrar que el del Creador de la misma cumbre? ¿Qué mejor guía encontraremos que Jesús? 

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