Cuarto Domingo de Adviento - Ciclo B
Lectura del evangelio: Lucas 1, 26-38
En el cuarto domingo de Adviento, a las puertas de la Navidad,
la liturgia nos ofrece esta lectura tan conocida: es la escena que tantos
artistas han inmortalizado en cuadros preciosos, la anunciación del ángel
Gabriel a María.
Esta escena que relata Lucas está llena de ecos bíblicos. El
ángel es un mensajero de Dios, y en las Escrituras podemos leer varios episodios
en los que un personaje recibe un mensaje divino, ya sea por medio de una voz,
una visión o un ángel. Cuando esto sucede, es que el personaje visitado va a
recibir una misión o encomienda especial.
Así ocurre con María. Su misión será única: nada menos que
ser la madre del hijo de Dios, un hombre santo que, como David, inaugurará un
reino.
Para una mujer judía del siglo I, el anuncio del ángel sólo
podía significar una cosa: ella sería la madre del Mesías, el Ungido de dios,
el hombre tan esperado que liberaría su pueblo de la esclavitud e iniciaría una
era de gracia y de paz. Y así fue, pero Jesús resultó ser un Mesías muy diferente
de lo que muchos esperaban: no fue un liberador político ni un rey guerrero,
sino un profeta pacífico que traía algo mucho más grande.
María se alinea con Moisés, Gedeón, Samuel y otros personajes
de la Biblia que reciben un anuncio de parte de Dios. Pero la respuesta de
María destaca sobre ellos porque no se resiste, no pone objeciones y de
inmediato comprende quién la está llamando. Eso sí, como mujer que piensa y
quiere entender, pregunta «cómo será eso», y así el ángel puede darle esta
respuesta: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra». María queda encinta y acoge en su seno al hijo de Dios
porque ya antes ha sido colmada del Espíritu Santo.
Algunos biblistas señalan que esta frase del ángel es un eco
de otra escena del Éxodo (Ex 40,34-35): cuando el pueblo de Israel ha plantado el
tabernáculo sagrado en el desierto, siguiendo todas las instrucciones de Dios,
la presencia divina llena el lugar, cubre la tienda y la colma de su gloria. La
gloria divina desciende sobre la tienda sagrada como el Espíritu Santo y su fuerza
descienden sobre María. Así, María de Nazaret se convierte en una nueva arca de
la alianza: el arca viviente que lleva en su seno, ya no la Ley de Dios, sino
la misma palabra de Dios encarnada.
María es una doncella «que no conoce varón». Su prima Isabel es
una anciana estéril que ya no puede concebir; ambas, no obstante, quedan
embarazadas y sus hijos nacerán para traer algo nuevo al mundo. Esto es una
constante de Dios en la historia sagrada: se fija en las personas más humildes,
más débiles, sin poder alguno, incluso marginadas o desdeñadas. Dios las escoge
y las llama para una gran misión. Y ellas, llenas de su fuerza y de su amor, no
temen y aceptan.
En María se da un proceso que todos podemos experimentar:
escucha la voz del cielo porque está abierta, se turba ante la presencia divina
porque se siente pequeña ante tanta grandeza; dialoga con el ángel porque
quiere entender, y finalmente dice sí, a todas y sin condiciones.
María es la imagen de toda persona llamada por Dios. Si oímos
su llamada, seguramente nos sentiremos pequeños e incapaces. Pero él nos
llenará con su fuerza y su Espíritu lo hará posible. Sólo necesita nuestro sí.
La respuesta de María es un ejemplo de valentía y de libertad: «Hágase en mí
según tu palabra». Cuando alguien elige decir sí a Dios, cuando permite que
Dios haga en su vida lo que él tiene planeado, la vida de esa persona se
transforma y se convierte en una aventura maravillosa.
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