2023-12-16

Yo soy la voz que grita en el desierto

Tercer Domingo de Adviento - Ciclo B

Lecturas: Isaías 61, 1-11; Lucas 1, 46-54; 1 Tesalonicenses 5, 16-24; Juan 1, 6-8.19-28.

Camino de la Navidad, celebramos el tercer domingo de Adviento, Gaudete. Porque el Señor ya está a las puertas, su llegada será pronto. La alegría se atisba, la luz viene a llenar nuestro corazón.

El evangelista recoge la figura de Juan Bautista: «Surgió un hombre enviado por Dios». Hoy hemos de recordar que todos los bautizados estamos llamados, como Juan, a ser testigos de la luz. Él sabe muy bien que no es el Mesías. Juan nos previene para que no caigamos en el mesianismo de la autorreferencia y evitemos la egolatría. Siempre hay que estar alerta ante la autosuficiencia espiritual, que nos convierte en el centro de todo, dándonos más importancia a nosotros mismos que al mensaje de liberación de Jesús.

Juan se pone detrás de Jesús y reconoce que ni siquiera es digno de agacharse y desatarle la correa de las sandalias, un signo de profunda humildad. Él sólo es un eco de la palabra de Dios.

Cuánto nos cuesta permanecer en nuestro sitio, allí donde nos toca estar. Cuánto orgullo y reafirmación de nuestra persona. Uno de los rasgos que más me impacta de Juan Bautista es que reconoce que él es el testigo. Los cristianos hemos de aprender de Juan esto: sepamos lo que sepamos, hagamos lo que hagamos, somos meros instrumentos de Dios. El error en el que tanto caemos es pensar que estamos por encima de los demás, y esto bloquea toda acción evangelizadora y pedagógica. Pasamos mucho tiempo haciendo cosas que no están en la línea de Jesús. El yo hinchado nos aleja de la auténtica eficacia en nuestra misión. Pero para esto hemos de descubrir, a través de la oración, qué es lo que quiere Dios de nosotros. 

Sin petulancias, con sencillez, Juan nos ayuda a centrarnos y a sintonizar con Aquel que es el origen de nuestra fe. Como Juan, hemos de contestar a quienes nos pregunten sobre nuestra identidad: somos voces recias, convencidas; arrojamos palabras que pueden ayudar a otros a enderezar sus vidas con el testimonio de una fuerza interior que surge de una profunda convicción: estamos unidos a Jesús. Como Juan, hemos de hacer posible que muchos se conviertan y llevarlos a la orilla de la Iglesia, para que el sacerdote, en nombre de Cristo, los bautice con el Espíritu Santo, el mismo espíritu de Dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi agradecimiento por la calidad de las reflexiones y la generosidad al compartirlas. Auténtica labor evangelizadora.