Segundo Domingo de Adviento - Ciclo B
Lecturas: Isaías 40, 1-11; Salmo 84; 2 Pedro 3, 8-14; Marcos 1, 1-8
Lectura del evangelio: Marcos 1, 1-8
En este segundo domingo de Adviento leemos el comienzo del
evangelio de Marcos. Con la predicación de Juan Bautista en el desierto el
autor recuerda las expectativas mesiánicas del pueblo judío. El pueblo está
llamado a tener una actitud de acogida ante la inminente llegada del Señor. Marcos
define la misión de Juan: este ha de preparar a su pueblo para el momento culminante
de su llegada. Por eso hace referencia al profeta Isaías: «Una voz grita en el
desierto: preparad el camino al Señor, allanad sus senderos». La voz de Juan ha
de resonar en cada uno de nosotros para que también estemos preparados para el
gran acontecimiento de la Navidad.
Abrirse a la luz
Estar preparados significa limpiar y enderezar el
rumbo de nuestra vida. Dejemos que el Señor entre en nosotros sin poner
obstáculos para que llegue a lo más profundo de nuestro ser. Así viviremos la
plenitud del encuentro tan esperado.
La voz de Juan, hoy, es la voz de los profetas que han de
elevar su clamor e interpelar a toda la sociedad: dejad de vivir en la
oscuridad, abríos a la luz de Cristo.
Hoy, más que nunca, es necesario que, como cristianos, desde
nuestras convicciones más profundas, seamos capaces de levantar la voz con
nuestra vida y con nuestro testimonio. Nuestra apertura a Dios será decisiva
para que la voz de Jesús penetre en lo más íntimo de nosotros. Luego,
convencidos, seremos nuevas voces que ayuden a otros a reenfocar su vida a la
luz de la palabra de Dios.
Llamados a una tarea
En la actual coyuntura social y cultural se hace urgente que
cada cristiano sea consciente de su misión. La desidia y el desespero de muchos
ahogan la esperanza. Pero Jesús está llegando. Hemos de pasar del desierto
árido de nuestro corazón a un vergel, un paraíso donde vivamos la fraternidad como
su nuevo pueblo: la Iglesia. Estamos llamados a vivir en la caridad y tenemos
una tarea: evangelizar. Sólo cuando dejemos que nuestro pozo interior se abra a
las aguas cristalinas de su palabra nuestra sequedad de alma se convertirá en
un hermoso jardín.
Ojalá él nos encuentre a punto y lo acojamos con alegría. Su venida significó un cambio en la historia de la humanidad. El deseado, el esperado, está a punto de llegar para culminar nuestras esperanzas. Él es la gran respuesta a nuestras inquietudes y da una dimensión nueva al sentido de la existencia. Él es el fundamento y el soporte de nuestra realidad vital. Con Jesús en nuestra vida, se nos abre un nuevo horizonte que llevará al hombre a la plenitud. Vivir instalados en la esperanza es empezar a saborear una alegría que nunca se acaba.
1 comentario:
Muchas gracias por compartir este gran trabajo de reflexión sobre los evangelios. Una gran labor evangelizadora. Bendiciones.
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