1r Domingo de Cuaresma B
Evangelio: Marcos 1, 12-15
Como un buen caballero de la antigüedad, Jesús se prepara
antes de la batalla. Los caballeros medievales pasaban una noche en vela y
oración antes de ser armados. Jesús pasa cuarenta días en el desierto, en
vela y oración, para revestirse de la fuerza divina.
Cuarenta es un número simbólico que expresa el periodo
necesario para un cambio. Cuarenta fueron los años de peregrinaje de Israel por
el desierto. Cuarenta años representan dos generaciones: periodo suficiente
para que se dé un cambio cultural. Curiosamente, cuarenta son los días, según
los neurólogos, que tarda en consolidarse un nuevo hábito en nuestras redes
neuronales.
Pero ¿qué sucede en el desierto? En los espacios de oración y
silencio nunca estamos solos. Jesús está rodeado de la naturaleza
salvaje, como Adán en el paraíso. Pero también recibe una visita menos amable:
la de Satanás, el Enemigo, que lo tienta, tratando de apartarlo de su
camino, o incitándolo a conseguir sus metas de forma torcida. Jesús batalla con
el ángel caído, pero su Padre también le envía otros ángeles amigos que
lo sirven. Jesús en el desierto aparece como un auténtico hijo de Dios: rodeado
de las fieras salvajes, que simbolizan la creación; batallando con el Maligno y
servido por los ángeles.
Jesús supera la prueba. Y «después que Juan fue entregado»,
marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios.
Recordemos que Jesús estuvo con Juan en la ribera del
Jordán. Se hizo bautizar por él. Marcos y los sinópticos no lo recogen, pero el
cuarto evangelio nos habla de Jesús conviviendo con Juan Bautista y
compartiendo sus primeros discípulos con él. Al final, Jesús forma un grupo que
se va distanciando del Bautista. Y sólo cuando Juan es encarcelado, por orden
de Herodes, Jesús inicia definitivamente su misión.
La misión de Jesús se diferencia de la de Juan. Ambos piden conversión:
un cambio de mentalidad, un cambio de vida. Pero Juan añadía: penitencia.
Arrepentimiento, bautismo purificador y espera del juicio que ha de llegar.
Jesús añade: creed. Creed en la buena noticia. ¿Cuál
es? El texto original del evangelio dice literalmente: «ha llegado el Reino de
Dios». Ya no es algo del futuro, ya no es una promesa, sino una realidad. El
reino está aquí porque Dios está con vosotros. Y su presencia se concreta en el
mismo Jesús. El reino ha plantado su semilla en esta tierra y ahora sólo
necesita manos y corazones abiertos que crean y trabajen por él.
1 comentario:
Gracias por sus reflexiones. Ayudan mucho. Dios le bendiga.
Publicar un comentario