27º Domingo Ordinario - C
Lecturas:
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
Salmo 94
2 Timoteo 1, 6-14
Lucas 17, 5-10
Homilía
Vivimos tiempos difíciles. Pero ¿cuándo no lo han sido?
¿Cuándo no hemos pasado épocas de crisis, personal y social? ¿Cuándo no ha
habido desastres naturales, violencia, corrupción, injusticia social y derrumbe
de valores? ¿Cuándo el mundo ha sido una balsa de aceite?
Es cierto que hoy estamos viviendo una época de cambios
acelerados a nivel global, y quizás nos sentimos poco preparados para lo que puede
venir… Pero sepamos mantener la calma y tomar un poco de distancia.
Serenémonos, en silencio, ante Dios. Contemplemos nuestra vida, y el mundo,
desde lo alto. Demos la justa medida a las cosas. Entonces veremos que no hay
motivos para hundirse, acobardarse o esconderse en un agujero. Al contrario,
nuestra época, como la época de los primeros cristianos, es un tiempo convulso,
pero abierto a la esperanza.
Podríamos extraer algunas frases de las tres lecturas de
hoy. Son todas lecturas de tiempos de crisis. La primera, del profeta Habacuc,
nos lleva al siglo VIII antes de Cristo. El reino de Israel está a punto de
sucumbir ante los ejércitos asirios. La derrota fue tan estrepitosa que este
reino desapareció del mapa para siempre. Muchos israelitas fueron muertos,
otros deportados, y la tierra fue repoblada con gentes venidas de otras partes.
Ante el panorama devastador, el profeta Habacuc grita ante Dios. ¿Hasta cuándo
tendrá que sufrir tanta violencia, tanta destrucción? La voz de Dios lo
tranquiliza. La historia es una sucesión de luchas por el poder. Pero el que
hoy vence, puede ser derrotado mañana. Nadie perdura por siempre en su
pedestal: «el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá». Perdurarán quienes confíen y sigan luchando
por vivir, de la manera más íntegra y honesta posible, confiando en Dios.
Mientras haya vida, habrá esperanza.
San Pablo escribe a Timoteo, uno de sus ayudantes, desde la
cárcel. Vemos al apóstol en otra situación precaria, de incerteza y riesgo. Y escribe
animando a su discípulo, él que está preso, a perseverar y a no desfallecer: «Dios
no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de
templanza». Lo alienta para que siga fiel en su apostolado y se apoye bien
fuerte en Jesús. El amor de Dios y la misión a la que nos llama son más grandes
que todas las dificultades que podamos afrontar. Cuando uno vive para algo más
grande que sí mismo, no hay obstáculos que lo detengan. No se rinde nunca. Lo afronta
todo con gallardía y serenidad.
Jesús hoy nos presenta dos imágenes poderosas y que no
parecen guardar relación, pero la tienen, y mucha. Por un lado, oímos la
comparación tan conocida sobre la fe: «Si tuvierais fe como un granito de
mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os
obedecería.» La fe es confianza en Dios. Cuando nos afianzamos en él, nada nos
detiene y poseemos una fuerza y un coraje que todo lo superan. La confianza es
el mejor antídoto para el miedo.
A continuación, Jesús compara al apóstol (al misionero, al
discípulo), con un criado que sirve a su amo. El criado no se enorgullece de su
trabajo, ni reclama a su amo que le sirva y le reconozca. No pide honores ni
privilegios, simplemente ha hecho su trabajo. Igual hemos de ser nosotros
cuando trabajamos por el reino de Dios. ¿Esperamos que nos aplaudan? ¿Esperamos
reconocimiento, halagos, que nos sirvan? ¡Nada de eso! El mejor privilegio es
poder servir a Dios, con humildad, con sencillez, sin querer que nos pongan
medallas.
¿Qué tiene que ver esto con la fe? Mucho. Quien sirve con
amor, nada espera y nada reclama. Su premio es poder servir. Y ese amor es el
que genera una fe y una confianza sin límites. No es posible tener fe en
alguien si no hay un amor sincero. Y tampoco es posible servir con alegría sin
este amor incondicional, que no busca recompensas. ¿Es así como amamos a Dios? El
premio que nos da es el Espíritu Santo, con todos sus dones: fortaleza,
sabiduría, coraje, alegría… Y esto es lo que verdaderamente hace que podamos
vivir una vida dichosa, aunque esté llena de dificultades, y muy, muy plena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario