Ahondando en la palabra de Dios
Este blog pretende reflexionar sobre los evangelios dominicales de los tres ciclos litúrgicos, proporcionando un material que ayude a laicos y a sacerdotes a hacer una lectura del mundo de hoy a la luz de la palabra de Dios.
2025-05-30
Ascensión del Señor
2025-05-23
6º Domingo de Pascua - C
En las tres lecturas de
este domingo hay un protagonista silencioso, que a menudo olvidamos: es el
Espíritu Santo, este dulce huésped del alma que está siempre presente y que es
el fuego que anima la Iglesia y nuestra vida cristiana.
El Espíritu Santo es la
presencia de Dios que brilla en esta Jerusalén celestial de la visión de San
Juan, en el Apocalipsis. En esta ciudad no hay santuario, porque Dios mismo y
el Cordero, Jesucristo, son su santuario. Tampoco hay sol, ni luna, ni
estrellas, porque la misma luz de Dios la alumbra.
El Espíritu Santo es el
que ilumina el entendimiento de los apóstoles cuando surgen disputas en las
primeras comunidades. ¿Cómo resuelven los dilemas? Rezando, en grupo y contando
con el buen consejo del mejor aliado: el propio Espíritu de Dios. Por eso en la
carta enviada a los cristianos de Antioquía, Siria y Cilicia, los de Jerusalén
dicen: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…» Una decisión reflexionada
con calma, tomando a Dios como consejero, seguro que será acertada, la mejor
para todos. ¿Actuamos así en nuestras vidas? Cuando tenemos problemas, ¿nos
detenemos a rezar, a poner el problema ante Dios y a deliberar con la ayuda de
su Espíritu Santo? ¡Lo primeros cristianos nos dan ejemplo!
En el evangelio leemos
una parte de las palabras que Jesús dirige a sus discípulos, en la última cena.
Les habla de lo que sucederá tras su muerte y resurrección. Ellos ahora quizás
no entienden, él les da ánimos y los avisa para que, llegado el momento, crean
en él. El Espíritu Santo les dará el don de comprensión y les enseñará todo lo
que necesiten. Les dará fuerza, lucidez, coraje, inteligencia y una inmensa
capacidad para amar y entregarse. Con él, jamás se sentirán solos. Será el lazo
que los mantenga unidos con Jesús y con el Padre. El Espíritu es el fuego que
los animará y les infundirá una paz que nadie les podrá quitar.
Hoy los cristianos tenemos mucha necesidad de recordar a este Espíritu de amor y de unidad. Lo necesitamos como agua de mayo para regenerar nuestra vida espiritual y comprometernos de verdad con nuestra comunidad y con el mundo. Todos estamos llamados a ser apóstoles, cada uno en su lugar y de una manera distinta. Invocar al Espíritu y escuchar su voz, con docilidad y apertura de corazón, puede cambiar nuestras vidas y las de muchos que viven a nuestro alrededor.
2025-05-16
5º Domingo de Pascua - C
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado.»
2025-05-09
4º Domingo de Pascua - C
Las lecturas de hoy,
¡incluso el salmo! nos hablan de pastoreo, de guía, de cuidado… Somos ovejas
del rebaño de Dios. No borregos sin criterio ni personalidad, sino posesión
suya muy preciosa. En la Biblia, cuando se utilizan estas expresiones de
propiedad hay que leerlas con una clave: la clave del amor. Solo entre dos que
se aman profundamente se emplean frases similares: eres mío, soy tuyo; nadie me
arrebatará de tu lado. Tú eres mi luz, mi guía, mi vida…
El salmo canta: somos
pueblo de Dios, él nos hizo, somos suyos y por esto tenemos motivos para vivir
con alegría y gratitud. Existimos porque somos inmensamente amados. El
evangelio nos ofrece palabras muy tiernas de Jesús dirigidas a sus seguidores,
a nosotros, hoy. Somos sus ovejas. Él nos conoce, una a una, nombre a nombre,
cara a cara. Nos protege y nos cuida. Nos da lo que todos anhelamos: una vida
que valga la pena vivir, una vida entera, completa, plena. Este es el significado
de vida eterna. Una vida que no se
acaba aquí en la tierra, sino que tendrá una continuación inimaginable en el
más allá, en brazos de Dios.
Nadie las arrebatará de mi mano, dice Jesús, e insiste: tampoco nadie las arrebatará de las manos del Padre.
Nos sujeta fuerte, como una madre que estrecha contra su seno al hijo que
ama tiernamente y no quiere perder. Así nos ama Dios, ¡no quiere perdernos! Y
no quiere que nos perdamos en el mundo. No quiere que nos hundamos en los
problemas y en la tristeza, ni que nos distraigamos con las frivolidades que
nos chupan la vida y la energía. Si estamos fuertemente unidos a la Trinidad de
Dios, no pereceremos.
Pero no solo estamos llamados a dejarnos amar. San Pablo con su vida nos muestra que estamos llamados a ser discípulos del mismo Dios, imitando su pastoreo. Muchas personas esperan un mensaje de paz y esperanza, muchas anhelan esa vida buena que nosotros ya disfrutamos. Hay que salir y ser apóstol. Hay que ser luz de las naciones, como dice Pablo. Y si en un lugar te cierran la puerta, sacúdete las sandalias y camina hacia otro. Somos luz. Hemos recibido mucho, y gratis. No podemos ocultar ni guardarnos esa luz. La plenitud de nuestra vida pasará por ser generosos y entregarnos para ser ayudantes del buen pastor, portadores de la buena nueva y colaboradores de Jesús. No tengamos miedo, él nos acompaña y nos defiende siempre. Su fuerza nos llena y nos inspira.
2025-05-02
3r Domingo de Pascua - C
2025-04-25
2º Domingo de Pascua - C - Domingo de la Misericordia
2025-04-19
Domingo de Pascua - ciclo C
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.»
Lucas 24, 1-12
Las mujeres, anunciadoras
La muerte de Jesús ha
sumido a sus discípulos y seguidores en el desconcierto. Abatidos y temerosos,
se encuentran en un momento de desolación y duda. Pero, en la madrugada del
primer día de la semana, las mujeres que lo seguían intuyen algo. Y corren al
sepulcro. Allí encuentran la tumba abierta y al ángel que les anuncia que su
Maestro no está allí. Ha resucitado.
María Magdalena, la que
fue rescatada por Cristo, es la primera a quien se aparece Jesús. Es
significativo que el autor sagrado reseñe esta primera aparición a una mujer
que, además, había tenido mala reputación. En aquella época, el testimonio de
las mujeres apenas tenía crédito y no se consideraba digno de mención. Y, sin
embargo, toda la fe cristiana descansa en aquel primer testimonio de unas
mujeres valientes.
María Magdalena mantenía
una pequeña luz en su interior, pese a que aún había oscuridad en su
existencia. Y esa llamita creció hasta convertirse en el sol, cuando Jesús le
salió al camino.
Después de ese encuentro,
María echa a correr para ir a buscar a los discípulos. Es así como se convierte
en apóstola de los apóstoles.
La resurrección, pilar del Cristianismo
María asume la autoridad
de Pedro en el grupo. Va a encontrar a Pedro y a Juan, sabiendo que son los que
gozan de mayor confianza con Jesús.
El acontecimiento pascual
marca el origen genuino del Cristianismo. La fe cristiana se asienta en la
resurrección de Jesús. “Vana sería nuestra fe, si Cristo no hubiera
resucitado”, recuerda San Pablo. La resurrección es el fundamento, la piedra
angular, la roca granítica que soporta nuestra fe.
Dios no es un Dios de
muertos, sino de vivos. En la liturgia pascual celebramos
La resurrección fue, sin
duda, una experiencia sublime. Gracias a Jesucristo, hoy podemos experimentar,
ya aquí, en la tierra, una primera vivencia de resurrección. Podemos saborear
el más allá, la vida de Dios. Podemos paladear la eternidad.
Una experiencia que transforma
Este es el gran regalo
que nos brinda Dios: una vida nueva, regenerada y lavada del pecado. Con
Cristo, a través del bautismo, todos morimos y resucitamos. Con Cristo volvemos
a vivir la vida de Dios.
La muerte da paso a la
vida, la oscuridad se convierte en la luz; el odio se transforma en amor; de la
noche pasamos a un cielo iluminado por el Sol de Cristo.
Está vivo. Es una afirmación rotunda que sale del corazón.
No todo se acaba en la vulnerabilidad, en la limitación, en la levedad del ser.
No todo finaliza con la muerte. Cada encuentro con Jesús es una resurrección.
Los cristianos somos
cristianos pascuales, pues tenemos la experiencia de Dios en Cristo. Esta
experiencia transforma el rostro, la mirada, el cuerpo… Toda la vida queda traspasada
por los destellos pascuales que inundan el corazón humano. La piedad popular
parece insistir mucho más en una devoción del Viernes Santo. Pero hoy,
No lo hemos visto, pero
tenemos la certeza. Esta experiencia pasa por el corazón, no se puede medir ni
evaluar científicamente. Pero fue esto lo que cambió el corazón de los
discípulos. Más tarde, la experiencia de Pentecostés los convirtió en
apóstoles. De ser gente sencilla, hombres atemorizados y dubitativos, pasaron a
ser líderes entusiastas, que difundirían una nueva religión de alcance mundial.
Esta es la grandeza de
El impacto de Pentecostés
generaría en ellos un estallido espiritual que alcanzaría a todos los pueblos.
Esta noticia no puede dejarnos indiferentes. También puede cambiar nuestra
vida. Hemos
2025-04-11
Domingo de Ramos - ciclo C
2025-04-04
Olvida lo pasado, corre hacia lo nuevo
5º Domingo de Cuaresma - C
Lecturas:
Isaías 43, 16-21
Salmo 125
Filipenses 3, 8-16
Juan 8, 1-11
Homilía
2025-03-28
Reconciliarnos con Dios
Josué 5, 9-12
Salmo 32
2 Corintios 5, 17-21
Lucas 15, 1-3. 11-32
¿Cómo experimentamos su perdón? ¿Nos sentimos justos e irreprochables, como el hijo mayor del relato, merecedores de un premio y con el derecho a juzgar a los demás? ¿O nos sentimos tan miserables, como el hijo menor, que no nos atrevemos a ser hijos, sino solo siervos?
2025-03-21
Convertirse es vivir
3r Domingo de Cuaresma - C
2025-03-14
Ciudadanos del cielo
2º Domingo de Cuaresma - C
Salmo 26
Filipenses 3, 17 - 4,1
Lucas 9, 28-36
2025-03-07
Tentaciones en el desierto
Primer domingo de Cuaresma - C
«Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto, y tentado allí por el diablo durante cuarenta días…». Lc 4, 1-13.Ante la flaqueza y el cansancio
La tentación del poder económico
El afán por dominar el mundo
La tentación del poder religioso
2025-02-28
El árbol se conoce por su fruto
8º Domingo Ordinario - C
Lecturas:
Eclesiástico 24, 4-7
Salmo 91
1 Corintios 15, 54-58
Lucas 6, 39-45
Homilía:
2025-02-21
Hombres y mujeres de cielo

Lecturas:
Samuel 26, 2-23
Salmo 102
1 Corintios 15, 45-49
Lucas 6, 27-38
Homilía: